El Toque Crítico
Khalid Osorio
En Querétaro, la política muchas veces funciona de formas raras: cuanto más ruido haces, más pareces importante. Eso debió pensar José María “Chema” Tapia, quien tras perder frente a Felipe Macías en 2024 comenzó a asomarse nuevamente con la intención de venderse como el “perfil ideal” para los partidos de la 4T.
Su estrategia en 2024 fue sencilla y muy visual: meterse en un bache que le llegaba a las rodillas y quejarse del mal estado de las calles para después “taparlo”. Una especie de acto heroico, digno de Instagram, que lo catapultó a cierta popularidad en redes sociales. Eso sí, no fue nada orgánico: unos 800 mil pesos en pautas de Facebook en 30 días le consiguieron likes, corazones y hashtags que no fueron espontáneos. Cada titular, cada nota, cada publicación pagada en páginas de noticias que nunca habían invertido un peso para difundir noticias, estaba cuidadosamente calculada.
Ahora, cuando empezaba a asomar la cabeza nuevamente, la política le recordó que los atajos no siempre funcionan. Las recientes lluvias en Querétaro obligaron a la prensa a preguntar sobre los recursos del extinto Fonden, siguiendo la línea discursiva de los partidos de oposición. Fue en ese momento cuando la presidenta de la República recordó la corrupción que había en ese fondo y que su exdirector (Chema Tapia) se la pasaba en Las Vegas, lo cual fue el inicio del fin para sus aspiraciones.
Después de eso, la presidenta nacional de Morena, Luisa María Alcalde, dejó claro que Tapia no era militante y que cada perfil postulado por Morena o algún partido que integre la coalición sería escrutado minuciosamente, incluyendo su pasado.
El resultado: un intento de “destape” que terminó siendo un golpe de realidad. El Partido Verde negó también la militancia de Tapia, y de esta forma sus aspiraciones quedaron enterradas, como muchas casas y caminos tras las lluvias. Sin embargo, él sigue presente en eventos de Morena, como si la simple asistencia pudiera traducirse en legitimidad política.
El caso de Chema Tapia deja varias lecciones: una, que el dinero mueve redes, titulares y visibilidad, pero no necesariamente credibilidad; dos, que acercarse a la 4T no te garantiza borrar el pasado; y tres, que la política en Querétaro no siempre premia al mejor proyecto, sino al que tiene la billetera más pesada y el cálculo mediático más fino.
En el fondo, Tapia sabe que eso es todo lo que podía ofrecer: una mezcla de espectáculo y pauta publicitaria. Lo demás, los proyectos, la militancia real y la congruencia política, quedó fuera de la ecuación, y al saltar al escenario nacional y toparse con pared, difícilmente podrá aparecer nuevamente en una boleta.
En Querétaro, como en la política nacional, el show muchas veces se come al talento, y el dinero, a la ética. Tapia lo entendió rápido, pero eso no lo salva de quedar en la memoria como un candidato más que apostó a la visibilidad, y no a la credibilidad.

