por:Khalid Osorio
El Toque Crítico
La crisis en el Congreso de Querétaro dejó más que un debate legislativo: mostró un espectáculo. Luego del fracaso en la elección de la Mesa Directiva, quedó al descubierto una práctica preocupante por parte de algunos diputados del PAN. Mientras Enrique Correa arrebató las boletas y trató de correr; Guillermo Vega aprovechó la distracción para cargarse la urna con los votos. Todo mientras sonaba la alarma del recinto como banda sonora de la comedia política más absurda que hemos visto.
¿Cuál era el objetivo? ¿Evacuar a las personas del edificio y cortar la transmisión para actuar fuera de las cámaras, como si el Congreso fuera un juego de escondidas? No solo sorprende por las formas, sino por el fondo: un afán de poder por el poder. A pesar de no tener la mayoría, se empeñan en controlar un Congreso que dirigieron durante años, como si la costumbre fuera derecho.
Por otro lado, la jugada de Morena —un madruguete que sorprendió a todos— funcionó. Inicialmente, fue calificado como ilegal en ruedas de prensa y mesas de redacción, pues es verdad que dejaba dudas de que la medida que tomaron tuviera el completo respaldo legal, pero tras una reunión con el secretario de Gobierno, de repente todo el mundo acuerda avalar esa “ilegalidad consensuada”. Curiosa manera de tratar la legalidad: lo que se hace en grupo y con acuerdo parece que deja de ser ilegal.
Las consecuencias son claras. No solo perdieron la Mesa Directiva, sino que ahora deberán ceder parte de las direcciones del Poder Legislativo, algo que no esperaban y que no tenían calculado. La realidad se impuso sobre la estrategia: la democracia, aunque tarde, hace su trabajo.
Y queda la duda para futuras contiendas: ¿qué harán diputados como Guillermo Vega y Enrique Correa si, en las próximas elecciones, los sondeos les indican que no ganarán? ¿Les pasará por la cabeza repetir la estrategia del “llevarse la urna”? Si la memoria política sirve de guía, no sería sorprendente: el poder por el poder parece ser la constante, más allá de las normas o de la voluntad ciudadana.
Lo que ocurrió en el congreso la semana pasada fue una triste postal de cómo la política puede descender de la representación ciudadana al espectáculo de intereses personales. No obstante, la sacudida que viene no es menor y habrá que exigir resultados en esto que nombraron ‘una nueva era en el Congreso’.