por: Khalid Osorio
El Toque Crítico
En Querétaro, el Congreso local volvió a demostrar que la política puede convertirse en un espectáculo de circo. En la última sesión, los empujones y el robo de urnas con votos se mezclaron con las acusaciones de ilegalidad. Todo un desfile de escenas que recuerdan que, a veces, la democracia se interpreta más como una contienda de fuerza que como un diálogo civilizado.
Sin embargo, vale la pena ir al origen del conflicto y es que lo lógica indicaría que el bloque con el mayor número de legisladores debería tener control del Poder Legislativo, sin vulnerar los derechos de otras fuerzas políticas, pero aquí no hay nada de lógico.
El trasfondo es la reforma a la ley orgánica que el PAN promovió hace un año, diseñada para mantener el control del Poder Legislativo luego de conocer los resultados de las elecciones que, no solo les quitaron la mayoría absoluta, sino que los colocaron como la segunda minoría en el Congreso (un golpe que algunos no han logrado asimilar). Ese intento de perpetuar privilegios a partir de un cambio legal hecho a su medida fue solo el primer acto de un drama que continúa.
Ahora, frente a un madruguete de Morena que trató de ajustar la realidad del Congreso a los votos de la ciudadanía, de manera ilegal, parece, los panistas se rasgan las vestiduras: denuncian violaciones a la ley, ataques a la institucionalidad y la falta de respeto a sus derechos.
La ironía es evidente: ¿qué tenía de institucional la reforma que ellos mismos impulsaron para perpetuar su control? ¿Cómo exigir respeto a reglas que fueron creadas para beneficiar exclusivamente a un partido?
Es importante recordar algo básico: en ningún sistema legislativo serio las minorías controlan la agenda ni la mesa directiva. Quejarse de ello, mientras se busca perpetuar un privilegio no merecido, roza el absurdo. Los derechos de la minoría existen, pero no incluyen el control automático ni la imposición de su voluntad sobre la primera minoría, porque eso no es democracia, es poder a la medida.
El Congreso de Querétaro hoy parece un tablero donde se mezcla la fuerza con la legalidad: empujones, robo de urnas, reformas hechas a medida y mesas directivas disputadas como trofeos. Mientras los partidos se centran en conservar privilegios y exhibir músculo político, los ciudadanos observan cómo sus votos se diluyen entre artimañas legales y contiendas físicas.
Lo que se vio, no es espontáneo, fue el resultado de restar valor a los votos de los ciudadanos a costa de mantener el poder como si se tratara de una herencia. Algo que parece, no calcularon y del otro lado, una desesperación que los lleva a cometer torpezas que podrían derivar en denuncias de carácter penal.
Lo que se ve a la distancia, es un choque de fuerzas que neutralizarán en Congreso, que se avisora inactivo por los dos años que quedan.