El Toque Crítico
por:Khalid Osorio
En Querétaro, las glosas del cuarto informe de gobierno de Mauricio Kuri se han convertido en un ritual administrativo más que en un ejercicio de rendición de cuentas. No es para menos: el formato impuesto raya en lo absurdo. Apenas unos minutos para el orador, dos minutos para las preguntas de los legisladores y un minuto para una contrarréplica, siempre y cuando haya tiempo. Un cronómetro más que un debate, un trámite más que un espacio para analizar lo hecho —o lo dejado de hacer— en un año de gestión.
El resultado es predecible: un desfile de intervenciones apretadas, preguntas a medias y respuestas que no alcanzan ni para esbozar la complejidad de los problemas. El ciudadano, supuesto destinatario de esta transparencia, queda fuera del ejercicio. Porque si lo que se busca es explicar qué hizo cada secretaría, qué problemas enfrentó y qué retos quedan por delante, el formato se queda ridículamente corto. En la práctica, la glosa no informa, ni discute, ni confronta. Apenas cumple con lo mínimo que establece la ley, como quien marca una casilla en una lista de pendientes.
El asunto es más grave de lo que parece. Al limitar la voz de los legisladores, se limita también la representación de los ciudadanos que los eligieron. Y al reducir la explicación de las secretarías a discursos comprimidos, se niega a la sociedad la posibilidad de exigir claridad sobre las políticas públicas y los recursos invertidos. En otras palabras, se cumple con el ritual (que incluye comunicados de medios y fotografías, muchas fotografías) pero no con la rendición de cuentas sobre el trabajo realizado durante un año.
Este formato rígido, que más parece diseñado para evitar preguntas incómodas por parte de legisladores opositores, que para promover el diálogo, revela una concepción mínima de la transparencia. Porque en lugar de abrir el debate, lo clausura. Al final, ni los diputados logran ejercer su función de contrapeso, ni la ciudadanía obtiene información valiosa, ni el gobierno se obliga a dar explicaciones detalladas. Y los diputados afines, más allá de cuestionar, aprovechan sus dos minutos para llenar de elogios al exponente.
¿De qué sirve entonces? Sirve, quizá, para presumir que se cumplió con el requisito legal, para simular que se dialoga cuando en realidad se cronometra. Pero si en Querétaro se quiere hablar en serio de rendición de cuentas, hay que comenzar por reconocer que la transparencia no puede medirse en minutos, ni reducirse a un intercambio de frases rápidas.
Una glosa debería ser un espacio para desnudar la gestión pública, no para cubrirla con discursos comprimidos. Mientras se mantenga este formato, lo único que queda claro es que se trata de un ejercicio diseñado no para informar, sino para callar.